BATALLA DE BOQUERON

ANECDOTAS DE LA GUERRA DEL CHACO

Es importante destacar que estos relatos son fueron extraídos textualmente como relataron los protagonistas y autores de libros, casi todos protagonistas de esas memorables jornadas, sin ningún animo de crear polémica ni herir susceptibilidad de nadie, sino mas bien con la intención de hacer conocer anécdotas de hechos sucedidos y relatados por paraguayos.
Relato del periodista Juan Esteban Carrón, de la batalla de BOQUERÓN, destacado a cubrir las operaciones en el campo de batalla.

BOQUERON ES NUESTRO

Ha amanecido un día gris, lluvioso, frio. Al calor de los días pasados, calor de fuego, que mataba, reemplaza hoy un frio que molesta un poco pero que reanima mucho. En uno de los camiones que trasportan agua al frente, me embarque para la primera línea.
Quería ver por mis propios ojos lo que era aquello. Quería saber de ese misterioso Boquerón tan comentado.
¿Es nuestro o no Boquerón?, pregunta la gente en Asunción, y así también me decía yo mientras el camión me llevaba allí. Bien pronto lo sabría.
Después de unos minutos de marcha, llegue al puesto que comanda el Mayor Fernández. Desde allí pude ver y tener noticias indudables ya. Boquerón es nuestro, y bien nuestro. ¿El asedio?, El asedio es a las tropas que se refugiaron en un monte que esta detrás del fortín.
Yo presento el lugar como una Y, la base de la letra es la “recta”, la rama de la derecha el camino al fortín “14 de diciembre” (Boliviano) y la rama izquierda el camino a “Yucra” también Boliviano.
Las tropas del altiplano están situadas en el interior del ángulo formados por estas dos ramas y el fortín esta en el vértice. Nuestras tropas rodean por completo a los bolivianos. Es así que van desbaratando uno a uno los esfuerzos que intentan llegar por un o u otro camino. ¿Qué por que no se estrecha el circulo y se los toma de una vez? No vale la pena perder una sola vida cuando es posible ahorrarla. Ese Boquerón Boliviano caerá solo, ya no podrá resistir mucho tiempo ese anillo de hierro que le ha impuesto nuestro ejército. La presión cada día, va haciéndose mas intensa. Ya es asfixiante. No tienen ya víveres, tampoco tienen agua en abundancia. No tienen ya víveres, tampoco tienen agua en abundancia. El 23 dos aviones enemigos les arrojaron víveres, pero con tal mala puntería que cayeron en nuestras líneas. El Mayor Fernández, verdadero héroe, tomo la pequeña aguada que esta al lado del camino a 14 de diciembre, y ahora ya no tienen ni siquiera ese lugar a donde buscar, aunque peligrosamente, un poco de agua.
Las tropas Bolivianas se sostienen por el temor a los jefes que, diariamente, y sin miramientos de ninguna clase, matan a los soldados que intentan desertar. Esa angustiosa situación no durara mucho. Pronto caerán y entonces para gloria de nuestro ejército y bien de nuestra patria, la habrá causado la sangría más grande que pueda sufrir el ejército Boliviano. Mientras tanto, esperamos tranquilos. Boquerón es nuestro y eso nos basta. Nuestro patriotismo debe estar satisfecho con ello.

Prisioneros Bolivianos

UN DIA ANTES DE LA RENDICION

Diez y nueve días de combate había trascurrido. Diez y nueve días en que, como un pulpo, nuestro ejercito fue estreyando el reducto Boliviano hasta llegar, en algunos sectores, a 25 metros del enemigo. Los sitiados sentían ya el peso abrumador de nuestras fuerzas. Todos sus empeños en abandonar el cerco, primero, en ayudar a la llegada de refuerzos, después, resultaron inútiles.
Desde hacia ya varios días comían carne de mula y bebían orín o agua podrida.
Los heridos amontonados en un rancho, sin atención médica, sin medicamentos, sin vendas siquiera, anhelaban la muerte que les aliviaría el dolor que sus heridas agusanadas les causaban. El cuadro que presentaba el reducto era horroroso. Desorganización, miseria y hambre. El cruel egoísmo que da la desesperación hacia que el hermano negara un sorbo de agua al moribundo.
Así empezó para ellos el día 28 de setiembre.
Del diario de guerra del Tte. Cnel. Marzana -que he tenido la oportunidad de leer- extracto una parte correspondiente al amanecer de ese día. Dice el jefe Boliviano:
“Nada que parezca a batalla, sino a los horribles y desesperantes cuadros que presentan los heridos, en su mayor parte por granadas, cascos y proyectiles de artillería, mal curados por falta de drogas, gasa, algodón y desinfectantes, mal atendidos de alimentación, por falta de agua y víveres y finalmente agrupados en un solo galpón por ser el único capaz de resistir algo el efecto demoledor de los proyectiles de artillería y bombardeos”.
A la tarde de ese día, los sitiados avistaron a lo lejos un avión amigo. Rápidamente logro llegar hasta el reducto. En poco minutos los Bolivianos llenaron se de esperanzas. Vendrían víveres, agua, tal vez buenas noticias…
El avión voló en círculos, ladeo sus alas y lanzo al espacio una bolsa. Avida se lanzo la tropa sobre lo que creían era, para ellos, toda una vida. Nerviosamente los jefes la abrieron. Entre algunos víveres (muy escasos), sus compatriotas les enviaba balas y el general de sus ejercito, Quintanilla, una nueva proclama: “Solo pido a mis valientes soldados que resistan diez días mas”.
El Tte. Cnel. Marzana negose a leer esta proclama de la tropa. No era ya hora de emplear giros literarios en aras de un mentido patriotismo; no eran papeles ni balas lo que su tropa precisaba, sino víveres y agua. Esta proclama era una ironía un insulto…
La reflexión, entonces vino. Y dijo al oído de cada oficial y de cada soldado: ¿” es así que Bolivia ayuda a sus hijos?”
La venda cayo. Vieron claro. Comprendieron entonces que eran las victimas de una política insensata y resolvieron poner fin a esa angustiosa situación. ¿Para que sacrificarse más?
La rendición fue resuelta en una reunión de jefes y oficiales. Se acordó efectuarla el día siguiente, al rayar el alba.

PARAGUAYITOS, UN POCO DE AGUA, POR CARIDAD

29 de setiembre. Bello día. Las noticias de los días anteriores, cada vez mas favorables a nuestras tropas, la certidumbre de que la victoria estaba cerca, ese “algo” extraordinario que precede a los grandes acontecimientos, todo presagiaba a nuestro ejercito que ese seria el día tan ansiosamente esperado.
Al amanecer nuestras tropas rompieron fuego. Pocos, muy pocos, disparos se hicieron. Acostumbrados, como estaban nuestros soldados, a que por un tiro paraguayo respondiera cien del enemigo, quedaron sorprendidos al no ver contestados, como de costumbre, sus disparos.
A la luz todavía confusa de la aurora, se notaban vagamente unas manchas blancas que surgían de entre los montes. Pronto un rayo de sol ilumino el campo y pudo distinguirse con claridad que e era aquello.
A lo largo del ya pequeño reducto Boliviano, clavadas en burdas estacas, aparecieron innumerables banderas blancas hechas con jirones de mosquitero y camisas.
¡Era el pedido de tregua!
Sin embargo nuestras tropas no abandonaron sus posiciones. Conocedores de la falacia Boliviana, no deseaban caer en una emboscada.
Pocos minutos debieron esperar. De entre el monte surgió la figura de un oficial Boliviano. Era el capitán Antonio Salinas quien, por orden del comandante de las fuerzas boliviana, deseaba parlamentar con el jefe de nuestros ejércitos. Inmediatamente fue llevado en presencia del Tte. Cnel. Estigarribia, con quien departió breves instantes, quedando luego en el campamento de este comandante.
Simultáneamente a la presentación del Capitán Salinas, salieron del reducto por otro sector, los Tte. Aguilar, de Cochabamba y René Miranda, de la Paz, pidiendo hablar con el Mayor Bray. Una vez en presencia de este jefe, los oficiales Bolivianos manifestaron que el Tte. Cnel. Marzana deseaba rendirse.
Mientras tanto los soldados del altiplano surgiendo como espectros de entre el monte que les servía de refugio, se acercaban a los nuestros, y con voz suplicantes, imploraban: “Paraguayitos, por caridad un poco de agua y galleta”.
Y, nuestros soldados, que segundos antes, fatigados por las penurias que habían pasado, malhumorados por verse alejados de sus seres queridos por causa de quienes nos atacaron sin razón, prometían no dejar con vida un solo cholo, ¡oh milagro que solo nuestra raza puede hacer!, cuando los enemigos estuvieron al alcance de sus manos, disputaron entre ellos el placer de darles de beber y comer.
Sépalo el mundo entero: ¡el soldado paraguayo se privo ese día del jarrito de agua que le correspondía como ración para dárselo a su enemigo de hacia un instante!
El Tte. Cnel. Marzana también abandono el reducto ante de la vuelta de sus enviados y pudo ver el trato que recibían sus soldados. Cuando llego hasta el Capitán Santiviago, le pidió que le llevara en presencia del Mayor Bray. El comandante del regimiento Boquerón venia también al encuentro del prisionero y pronto estuvieron frente a frente:
-Coronel Marzana, usted es un valiente- le dijo el Mayor Bray.
-Y usted un caballero, mi mayor- respondió el boliviano, añadiendo luego: He quemado hasta el último cartucho y no tengo el derecho de sacrificar a los valientes que han estado conmigo.
Minutos después, no sin antes haber comido algunos bocados y bebido en abundancia, el Mayor Bray lo llevo en su auto hasta el campamento del comandante Estigarribia.
Sereno, nuestro comandante esperaba al jefe vencido. En su rostro, un solo músculo no había cambiado. Apacible, con esa tranquilidad que da el deber honrosamente cumplido, el teniente coronel Estigarribia mostraba, una vez más, su temple de varón íntegro.
Las ramas del pique de indio que conducen al puesto telefónico del comando se agitaron al paso de una persona de andar lento, pero firme. El teniente coronel Marzana, frente ya al jefe de nuestras tropas, con el semblante muy pálido y un ligero temblor en las manos, pero con voz serena y pausada, le dijo:
-soy el teniente coronel Marzana y vengo a manifestarle, señor comandante, que las fuerzas regulares bolivianas destacadas en el fortín Boquerón, están dispuesta a deponer las armas bajo las siguientes condiciones: primera, que se nos permita evacuar a los 165 heridos que tenemos desatendidos en los puestos sanitarios; y segunda, garantía de vida para los oficiales y tropas’’.
El jefe paraguayo escuchó las palabras del jefe boliviano. Contemplo la figura de su rival de horas antes: rotas sus ropas, lastimadas sus manos, desaliñado, abatido. ¿Tuvo lastima del vencido? ¿Sintió admiración por el héroe? En la contestación que le dio, creo interpretar que estos sentimientos se mezclaron por igual.
Dijo el Tcnel. Estigarribia:
-Señor Tcnel. Marzana, a lo primero, pláceme contestarle que no puedo consentir, aunque estuviera dentro de mis atribuciones legales el hacerlo. A lo segundo, tiene la más amplia garantía para usted, los señores oficiales y tropas destacadas en el fortín boquerón.
Pronunciadas estas palabras el comandante Estigarribia se adelanto y estreyo la mano del vencido.
Tcnel Marzana con destino a Asuncion
Emocionante escena. Dos jefes frente a frente, unidos por el destino que quiso, esta vez hacer justicia a la causa del derecho.
El uno ataco lo ajeno, el otro recupero lo suyo. Dos actitudes antagónicas que finalizan en un fuerte y leal apretón de manos.

¿Podremos pronto finalizar nuestro litigio internacional así como termino el sitio de Boquerón?
Cuantas madres, de los dos países, bendecirán los nombres de quienes puedan lograr igual solución.